CISTITIS: INFECCIONES DEL TRACTO URINARIO

El tracto urinario es un sistema cerrado que favorece el drenaje de la orina desde los riñones hasta la vejiga, y finalmente hacia el exterior por vía de la uretra.

En circunstancias normales, todo este sistema es estéril excepto la uretra, existiendo varios mecanismos para que esta esterilidad se mantenga como, por ejemplo, el flujo hacia fuera de la orina que sirve para arrastrar los microorganismos.

Además, la anatomía del sistema urinario previene el flujo retrógrado de la orina.

De los procesos infecciosos, los del tracto urinario y entre ellas la cistitis, son el segundo motivo de consulta más frecuente después de las infecciones respiratorias en los centros de atención primaria. Por ello, a continuación, describiremos qué es y qué provoca la cistitis, los síntomas más habituales que puede presentar, las diferencias que se dan entre hombres y mujeres y qué podemos utilizar para prevenir o resolver su aparición. 

Tipos de infecciones urinarias y características

De manera general, las infecciones del tracto urinario se pueden clasificar según las  cuatro siguientes formas: infecciones nosocomiales o adquiridas en la comunidad; complicadas o no complicadas; infecciones sintomáticas o asintomáticas; altas (pielonefritis) o bajas (cistitis, prostatitis, uretritis). A continuación, se indican las diferencias entre el concepto de infección del tracto urinario complicada y no complicada.

Una infección del tracto urinario no complicada consiste en una infección urinaria (como cistitis en una mujer en edad fértil no embarazada), sin comorbilidades como diabetes o inmunosupresión, sin alteraciones anatómicas o funcionales del sistema urogenital y sin signos de invasión de tejidos, infección sistémica o recurrencia de la infección.

En contraposición, una infección del tracto urinario complicada es toda aquella infección urinaria con características no incluidas en la definición previa. El principal riesgo de una infección de este tipo se debe a las resistencias antimicrobianas y a las posibles complicaciones asociadas (bacteriemia, sepsis, abscesos, etc.). 

Las infecciones de vías urinarias pueden aparecer inicialmente de manera simple y llegar a complicarse con la evolución de la propia infección si no se trata, lo que puede favorecerse por alguna anomalía anatómica o una enfermedad que se produce durante el mismo período de tiempo. La gravedad de los síntomas y la influencia de las bacterias que invaden el tejido del tracto urinario varían según el órgano afectado (riñón o vejiga) y el microorganismo causal.

Qué es y qué provoca la cistitis

La cistitis es la inflamación de la vejiga y/o de vías urinarias inferiores, habitualmente por causa infecciosa. En la mayoría de los casos el origen de estas infecciones es bacteriano; siendo menos frecuente la cistitis de origen vírico o fúngico. 
Las bacterias que ocasionan las cistitis infecciosas son de origen fecal: Escherichia coli (70-80%), Proteus sp., Klebsiella sp. o Pseudomonas o enterococos. En condiciones normales, el propio mecanismo de eliminación de la orina expulsa al exterior estos microorganismos; sin embargo, si por diferentes motivos estas enterobacterias quedan adheridas al uroepitelio, se inicia un complejo proceso de multiplicación y creación de biofilm en el interior de la vejiga que puede llegar a cronificar el proceso.

En mujeres jóvenes, el 75-95% de las cistitis se asocian a relaciones sexuales, aunque también pueden participar otros factores como una higiene inapropiada, alteraciones de la microbiota intestinal y/o vaginal o por cambios hormonales. En este sentido, los cambios hormonales ligados al embarazo o aquellos que se producen en la menopausia por la supresión de estrógenos y la consiguiente sequedad de las mucosas, favorecen la aparición de cistitis por colonización de E. coli.

Síntomas de la cistitis

Los signos y síntomas más comunes en la cistitis infecciosa son la necesidad de orinar frecuentemente, la sensación de vaciado incompleto, la urgencia miccional, disuria (dolor o ardor al orinar), la presión o calambre en el bajo vientre, el dolor reflejo en la zona lumbar, la orina con olor intenso o desagradable, la orina con aspecto turbio acompañado, en ocasiones, por hematuria (presencia de sangre en orina), la fiebre (sospecha de afectación de vías urinarias altas) y/o el dolor suprapúbico.

Cistitis en mujeres y hombres, diferencias

Existen diferencias anatómicas entre mujeres y hombres que influyen en la aparición de infecciones urinarias en ambos casos. Las mujeres poseen una uretra más corta que la de los hombres (4 cm frente a 12 cm) lo que contribuye a una mayor incidencia de infecciones en su tracto urinario. Además, la uretra femenina es más fácil de colonizar por microorganismos provenientes de la vagina o el recto debido a la estrecha proximidad de estos órganos.

La cistitis en el varón presenta una sintomatología similar a la de la mujer (descrita en el apartado anterior), pero los síntomas tienen un valor predictivo positivo inferior, por lo que se debe realizar un diagnóstico diferencial con otras patologías que afectan al tacto urinario inferior como la prostatitis o la uretritis.

Toda infección del tracto urinario en el varón se considera una infección complicada por la anatomía del sistema urogenital (suele asociarse a alteraciones anatómicas, obstrucciones o manipulación urológica) y porque la mayor incidencia se produce en recién nacidos, niños y ancianos.

Sin embargo, las cistitis infecciosas en el hombre son escasas, pues existe una distancia entre el ano y la entrada de la uretra que condiciona que los uropatógenos tengan serias dificultades para acceder a la vejiga masculina. A ello, hay que añadir que la uretra del hombre es más larga que la de la mujer, como se ha comentado, por lo que los microorganismos todavía encuentran más dificultades para prosperar. Sin embargo, los hombres de menos de 50-60 años con síntomas de cistitis infecciosa podrían estar enmascarando otros problemas (como cálculos renales) y en mayores de 65 años puede deberse a alteraciones prostáticas.

Además, de todo lo mencionado, existen otros motivos que también pueden desencadenar una cistitis infecciosa, como son el uso de sondas vesicales, retención urinaria, incontinencia urinaria y/o fecal, diabetes mal controlada, encamamiento o bloqueo de la vejiga o de la uretra.
En contraposición y, debido a las diferencias anatómicas mencionadas previamente, las cistitis infecciosas suelen aparecer con una mayor frecuencia en las mujeres. Además, más de un 20% de las mujeres son reincidentes al menos más de una vez desde la primera cistitis y se dan casos de presentarse este padecimiento más de 4 veces en un año.

Así, debido a la sintomatología y la frecuencia con que se presenta la cistitis, es conveniente prevenir su aparición adoptando medidas higiénico dietéticas adecuadas. En este sentido, existen en el mercado complementos alimenticios a base de productos naturales que contribuyen a mejorar la sintomatología en el curso de la infección y prevenir la aparición de nuevos episodios.

Estos complementos alimenticios contienen en su composición extractos de arándano rojo americano que favorece la inhibición de la adherencia de E. coli al uroepitelio, lo que explica su efecto preventivo y terapéutico. Estos productos resultan útiles como coadyuvantes durante el tratamiento antibiótico. Se ha comprobado que el uso de un complemento de este tipo hasta 30 días después de la finalización del tratamiento antibiótico ayuda a prevenir las posibles recidivas. Además, a pesar de que su eficacia es inferior a la profilaxis antibiótica, constituyen una estrategia preventiva de primera línea, ya que la administración profiláctica de antibióticos, aparte de los efectos secundarios sobre el paciente (alergias, candidiasis vaginal, etc.), tiene un impacto sobre el desarrollo de resistencias a los mismos.

Si tenemos molestias urinarias o síntomas que puedan hacernos sospechar de una infección de este tipo, debemos consultar con un profesional médico. Tanto en caso de que el proceso requiera tratamiento para la infección, como para la prevención de recurrencias y el bienestar urinario, podemos consultar con el farmacéutico. Éste podrá indicarnos la solución más adecuada a nuestras circunstancias; bien sea utilizar un complemento alimenticio de este tipo o derivar al médico en los casos que la situación lo requiera.

REFERENCIAS

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